
Los datos del Ministerio de Sanidad dicen, sin embargo, que apenas hay más casos de VIH en jóvenes que antes: entre 2004 y 2009, cuando se generalizaron los tratamientos antivirales de alta eficacia y ya la mayoría de los diagnósticos no se daban mayoritariamente en personas consumidoras de drogas inyectadas, el 25,9% de nuevas afectadas tenía menos de 30 años. En 2014, último año con datos, los de este tramo de edad representaban el 29,4%, un porcentaje muy similar que, además, puede deberse a que “ahora la gente tiene más conciencia de que hay que hacerse la prueba, y tardan menos en analizarse”, dice Mario Blázquez, responsable del programa de prevención del VIH del Cogam. “Lo que sucede es que tendemos a sobreproteger a los más jóvenes. La mayor parte de los diagnósticos se da en mayores de 30 años, pero nos parece mucho peor lo que sucede entre los menores de 25”, indica Blázquez.
“Siempre ha habido quienes se han protegido, y quienes no lo han hecho, sea por el motivo que sea”, señala el activista. Miguel Ángel, también militante, le da la razón. Los casi 20 años de diferencia de edad entre ambos permiten matizar las opiniones, aunque hay una base común.
En esta situación de estancamiento de la epidemia, “el VIH continúa siendo un importante problema de salud pública y no se puede bajar la guardia al respecto”, dice Antonio Rivero, presidente de Gesida. Y recuerda: “Aunque el desarrollo de los tratamientos ha permitido reducir el número de fallecimientos, aún hoy día siguen muriendo pacientes por el VIH en nuestros hospitales, por lo que es necesario tener una mayor conciencia de que muchos jóvenes, en su gran mayoría por una cuestión de ignorancia, están poniendo en juego su salud y su propia vida”.
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